viernes, 5 de marzo de 2010

INTO THE WILD


La premisa que mueve la trama de Into the Wild (2007) o Camino Salvaje es tan simple y cursi que parece mentira, y sin embargo, uno termina creyendo esa mentira. En algún momento uno siente que es de esas pelis que si la hubieras visto de adolescente, te hubiera cautivado y hubieras salido a la calle con tu antifaz movido únicamente por el amor (hablo de Don Juan de Marco, no de El Zorro); pero que si hubieras visto por primera vez después de tus 20 años, te hubieras parado en el cine dejando caer las pipocas (pop corn en jerga local) una a una mientras ibas a darle un sopapo al vendedor de tickets, al dueño del cine, o a la sobrinita que te la recomendó.
La idea es esta: Christopher McCandless se ha graduado con tan excelentes notas que puede ser aceptado en las universidades top de EEUU (Harvard se menciona por ejemplo) y para sus padres el dinero no es un problema; sin embargo, Christopher considera que el mundo “real” es una hipocresía y que la acumulación ad infinitum no sólo no tiene propósito personal, sino que esclaviza. Esta idea comienza cuando sus padres deciden divorciarse y no lo hacen por dos motivos: los ruegos de sus dos hijos (Christopher y su hermana menor) y porque ambos poseen una empresa que pese a ser familiar factura millones y está basada en las habilidades de relacionamiento personal de la madre y el ingenio técnico del padre, además, por supuesto (finalmente la película es gringa) de la imagen de buena familia que proyectan. El matrimonio sigue pero ambos se tratan mal y se odian, lo que genera recuerdos escabrosos en ambos hijos, y siembra la idea de un mundo real hipócrita.
hasta ahí podríamos estar hablando de 60% (o más) de la población mundial. Entonces Christopher decide dejar todo y salir a conocer el mundo, pero no el humano, sino “otro” mundo. Dona todo el dinero que tenía, corta sus tarjetas de crédito, empaca un montón de libros y algo de ropa, y sale en su auto sin rumbo fijo aparente. Hasta antes de esto, el autor pudo optar por muchas salidas, tres parecían más probables: i) a lo American Beauty, es decir, cinismo absoluto, ii) a lo Leyendas de Pasión / Arthur Rimbaud, me voy a buscar aventura por donde me lleve el viento, no le temo a la muerte, o iii) a lo Hollywod, se vuelve vegetariano y encuentra que una mezcla de apio y zanahoria cura el cáncer de corazón, y un primo altruista patenta el invento que lo vuelve millonario, moraleja: puedes ser quién eres y ser aceptado en el sistema.
Pero el autor opta por otro camino, decide que el mundo le ha ganado y no quiere competir ni por adrenalina, ni por ver quién se avergüenza más ante la falta de modales: decide irse. Esto que al inicio parece una pavada y un infantilismo (me recuerda al chiste Quino, cuando Guille decide irse de su casa, y le pide a su madre la mano para ayudarlo a cruzar la calle), logra convertirse en el camino de un huérfano del mundo. Como en todos los libros y/o películas, el viaje es una metáfora para su cambio interno – el guión está basado en el libro del mismo nombre, escrito por John Krakauer.

Durante el viaje, se topa con personajes de todo tipo y de mundos a los que él no accedería jamás por condición social, geografía o simple azar. Varios de los personajes aprenden de él y le enseñan también; sin embargo, los aprendizajes que se van sumando no son lo esencial en este viaje destinado a hacer que suelte el último nudo de la soga que lo ata a la modernidad. Sigue su viaje sin ningún apego por conocidos y extraños, incluso rechaza la posibilidad del amor - lo cual hubiera sido un recurso simple para devolverlo al mundo real, y vender al película entre adolescentes-, y se fija una meta: llegar a Alaska (otro gran cliché del escape, hasta los Simpsons la usan!!), pero no para vivir rodeado de fugitivos que no quieren hacer preguntas que no quisieran responder, sino para vivir sin humanos alrededor.
Ya desde el inicio del viaje ha perdido todo contacto con su familia y amigos, deja el celular, nunca llama ni mira para atrás seguro de que la naturaleza y la literatura tienen todo lo que necesita para vivir. A medida que la película llega a su fin, uno termina desahuciado de ternura hacia este viajero que no ha partido por soberbia, por autosuficiencia o por hastío, sino por sentirse sobrepasado y vencido. No es un león que lucha por su libertad, es una liebre que fue entregada viva para alimentar a los leones y preservarles el instinto de la caza, que logró escapar de la jaula y sólo quiere todo lo que está fuera de la jaula sea menos intimidante que la jaula. Conmovedores serán sus hallazgos.
El soundtrack lo hace Eddie Vedder y es espectacular. Una mezcla de folk y canción de autor nostálgica. La fotografía se une en perfección con la música y genera ambientes íntimos en lugares ajenos y lejanos. El arte de la película es bueno, aunque podría ser mejor (hay momentos del viaje en que el actor parece intacto pese al paso del tiempo, pero son sólo instantes). La dirección de Sean Penn es sensible, respetuosa y humana. Si la encuentran, espero que la disfruten.